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jueves, 25 de abril de 2024

Y TAMBIÉN SE VIVÍA, DE JESÚS LÓPEZ GARCÍA. NOTAS DE LECTURA. Por José Luis Martínez Valero. Avance de Ágora n. 26. Nueva Colección. Revista cervantina. La sonrisa de Cervantes


 

 

Y TAMBIÉN SE VIVÍA, DE JESÚS LÓPEZ GARCÍA. NOTAS DE LECTURA

 

                                      

                                   Por José Luis Martínez Valero

 

 

Jesús López García

Y también se vivía

Novela

Col. Bigornia

Ed. Gollarín, Caravaca de la Cruz, Murcia 2017

 

El libro de 360 páginas se acompaña de DVD

con las voces, imágenes y músicas que llenaron la vida

de un mundo rural que se fue hace ya algunas décadas”.

 

Más información en editorial Gollarín:

https://gollarin.com/libros/y-tambien-se-vivia/

 

 

(Este texto lo compuse para la presentación del libro en la Biblioteca Municipal de Molina de Segura. Fue acompañado por “Aguilanderos” de Nerpio)

 

 

Voy a empezar por el motivo de que este libro se presente hoy en Molina:

El Hornico estuvo a punto de irse al suelo por completo. De ahí se fueron casi todos hace como treinta años. Se fueron a Caravaca y a Molina de Segura la mayoría.

El libro por su peso, pastas duras, editado por Gollarín, idea y obra de Paco Marín, resistente al olvido, está hecho para durar. Dibujos a lápiz de Pascual Adolfo Salueña, minucioso como realista, simbólico, casi surrealista, evocador y poético.

Más un DVD con imágenes de los lugares, montes, ramblas, árboles sembrados, se oyen las voces de algunos informadores y canciones.

Cada vez tengo más claro que nuestra vida es circular, quiero decir que estamos hechos para volver. Jesús López García es el autor de este libro, ha sido profesor, oficio que comparto; mis abuelos por parte materna eran de Nerpio, tierra que aparece, algunos de mis amigos también son amigos de Jesús. Me alegra estar hoy aquí para hablar de este libro que nos conduce al origen. Una lectura gozosa, pese a que trate sobre la desaparición de una forma de vida.   

Más que un libro parece una larga conversación mantenida en un duro invierno junto al fuego, en cualquiera de esas posadas o cortijos que visitan sus personajes, mientras afuera la nieve o la lluvia arrecian.  Jesús utiliza el término científico y la palabra terruñera, especie de onomatopeya de la tierra, transforma la línea en espacio, la dota de relieve y así parece que lo acompañamos.  Se trata de una lengua que alcanza la transparencia. El sentido pictórico de la lengua hablada en Murcia lo vemos en Vicente Medina, cuando para describir la belleza de una mujer, define: como un dibujico. Huimos de las abstracciones, así de algo enmohecido decimos que está florecido, a las bombillas de la luz llamábamos peras.

Jesús es historiador y geógrafo, el buen historiador se documenta, y así para saber ha recorrido montes, ramblas, cultivos, ganados, árboles, sendas, construcciones, actas, periódicos, testigos, ruinas, herramientas, costumbres y fiestas, ha dado voz a estos lugares enmudecidos por el paso del tiempo.                      

El lector asiste a la repercusión en estos campos de la República, de la guerra y de la larguísima posguerra. Las ondas, que sacuden el país, de un modo o de otro llegan a estas gentes, así, sindicatos y cooperativas, destrucción de santos y quema de capillas, los terribles hombres del lazo, encargados de capturar a los desertores, los topos, huidos de la guerra y después, los maquis y emboscados, la guardia civil, el estraperlo, la burra, la bicicleta, la moto, el primer camión, y finalmente los tractores.

Como profesor, Jesús, se sirve de la Pedagogía de la alusión, que Ortega y Gasset considera fundamental en el buen maestro, la encontraréis en sus Meditaciones del Quijote, dice así: Quien quiera enseñarnos una verdad que no nos la diga: simplemente que aluda a ella…  

Si tuviese que poner título a estas notas, sin duda, sería: ¿Ubi sunt? Ese tema elegíaco que quedó fijado para nosotros en Las coplas de Jorge Manrique. En el libro no hay menosprecio de corte, ni menosprecio de aldea.

Este libro se titula: Y también se vivía, palabras que resumen la adaptación al medio de Darwin y el ascetismo senequista.  ¿Qué pretende este libro? Mostrar que la existencia es un milagro y que vivirla en determinados sitios ha sido, sin duda, otro milagro.  Dar a conocer que aquellos hombres y  mujeres, al seguir el ritmo de las estaciones se incorporaban al ser de la tierra, y sus alegrías y tristezas venían marcadas por la luz del sol,  por las cosechas, la lluvia, el nacimiento y la muerte. Vida que ha sido real y durante siglos ha creado unos vínculos, ha mantenido costumbres, alimentación, modos de trabajo, vocabulario, concepción del mundo, que han constituido una filosofía, conjunto trascendente que se define como cultura. En el libro asistimos al fin de esa cultura, está dirigido a nuestra conciencia, leerlo compromete.

El narrador y su amigo Prudencio, especie de alter ego, son comparables a las figuras de Don Quijote y Sancho, tras un diálogo que quizá enuncie el contenido del capítulo conocemos a los personajes. Ambos se distancian emocionalmente. El narrador, que en absoluto pretende tomar a broma aquello que va a relatar, utiliza un tono distendido, descreído iconoclasta, quizá para advertir al lector sobre el peligro de toda memoria,

Jesús recorre las tierras que comprenden el norte de Caravaca, Moratalla, Campo de San Juan, La Puebla de Don Fadrique, Santiago de la Espada, Nerpio. Enclave en el que coinciden cinco provincias: Murcia, Almería, Albacete, Granada y Jaén, y se detiene, no en los núcleos de población que el tiempo ha transformado, sino en aquellos que la historia borra, asistimos  a su particular peregrinación en busca de lo que fue.

Uno puede pensar que Secundino, y Genaro, porque se mueven son los protagonistas, de profesión buhoneros, estraperlistas, compradores de lana, cortezas de pino, pieles, pasan de la mula al carro y del carro a la furgoneta, con los que atravesamos la historia del veinte, hasta la desaparición de oficios, cultivos, cortijos, ganado, casas y caminos.

Sin embargo, sobre las ruinas, como en un palimpsesto, descubrimos el modo de vivir, cómo era la casa, cómo se alumbraban, como cocinaban, como combatían el frío, dónde dormían, también cómo hablaban, se relacionaban con los vecinos y cómo se divertían. El tiempo ha reducido a los habitantes de cortijos, caseríos y pequeños pueblos a fantasmas. Y los vemos como en un sueño, a través de la niebla de los años. Jesús, al dar voz a estos parajes, les da vida, y el lector siente que todos descendemos de aquellas gentes, que sus sentimientos son los nuestros. 

En ese mundo ágrafo, la palabra de los hombres, tenía un valor. Contrariamente a lo que solemos decir: las palabras no se las lleva el viento, aquellas palabras eran tan solemnes y sagradas como sus montes, realidades agrestes, pero inamovibles.

 

Permitidme que cuente algo. Recuerdo que, de camino a Letur, en septiembre del sesenta y dos, me trasladaba desde Calasparra a Socovos y Férez, después en camión me llevarían a Letur y de Letur a La Abejuela, donde debía tomar posesión de mi escuela. Hacía calor y todos íbamos en mangas de camisa, supongo que podía ser el tiempo de los níscalos, y yo ignoraba totalmente qué cosa fuese aquello, como tenía poco más de veinte años, y no era de los habituales, la gente en el autobús trataba de contarme algunas cosas del campo, por mi parte preguntaba continuamente. Todos hablaban de los níscalos. Había un hombre como de unos cuarenta años, que intentó explicarme cómo eran, nunca he vuelto a tener una comunicación como aquella, fijos sus ojos en mí, tras describir los árboles, las plantas, la luz y el terreno, de repente me mostró un níscalo, no es que lo tuviese en su mano, os puedo asegurar, no sé cómo,  pero  me lo hizo ver sobre la tierra negra.

Con la lectura de este libro, he recordado El viaje a la Alcarria, donde Cela recupera el procedimiento de andar y ver, descubrimiento del paisaje, iniciado por nuestros escritores del 98. Ellos buscaban la identidad, Machado en la encina encontraba el ser de España, Cela en sus viajes pretende mostrar la vida real en contraste con la oficial. ¿Qué descubrimos en este libro? Que esta tierra que pisamos es parte del planeta, Y que cada uno es cada uno, y nadie es más que nadie. 

A veces es la propia tierra la que habla, Baroja decía que no somos hijos de la tierra, sino que somos la tierra misma que piensa y siente.

Veamos cómo describe el autor de Y mientras se vivía:

Verdaderamente, Fotuya se forma con tres cortijás que se suceden debajo de otra tanda de cenajos que cercenan lanchares a tajo, hasta pasado Hondares. Encima de los cenajos están ya las cortijás que pertenecen a Benízar, desde Las Lorigas, a las Casicas del Portal. (p. 170)

Es como si la geología hablase. El ritmo es oral. La sonoridad tajante de la jota: cortijás, debajo, cenajos, tajo, favorece el carácter pictórico del texto.

Se anda y se ve a través de las palabras. Quedan los nombres que diría Jorge Guillén. Así Jesús gusta de las enumeraciones:

Luego iba al Cuarto Nuevo y a Vista Alegre, que tenía tres pisos, o Los Ratones, Las Tiesas, Los Patiños, La Toscana –una finca de siete pares de mulas y con buenos riegos-, El Condado, Casablanca de Arriba, Cerro del Cántaro, Lóbrega, Los Álamos, Cortijo Grande. Entonces llegaba Hoya Cuevas, que compraron la finca después de la guerra en nueve mil duros y era una finca de tres pares de mulas, El Curica, San Andrés, Cortijico, Casas de Don Juan –de siete pares de mulas- Valderas y la Cueva Penalva, y más todavía. (p. 200)

La cultura del campesino se concreta en sentencias y aforismos, en ellos reposa el recelo, la desconfianza de la que habla Jesús:

De molinero cambiarás, pero de ladrón no escaparás.

A veces utiliza coplas populares:

                                Todo el viejo que casa

                                Con mujer niña

                                Él mantiene la cepa

                                Y otro la vendimia. 

 

A menudo el paisaje se humaniza. Asistimos a la historia de su formación:

Se asoma a la Rambla Mayor por el barranco de las Sabinas, que cruza sus predios y deja ver sus tierras ocres, que se quedaron ahí después de que la Rambla Mayor y sus barrancos tributarios hicieran su trabajo erosivo como ya dijimos. El terrazgo va formando longueras, porque hay algo de pendiente, pero pan daban…(p. 334)

Para finalizar diré que no sé si este libro debe leerse en el campo o en el monte, siempre bajo un árbol, o bien en la casa, sentado en el rincón más fresco, esas tardes largas de verano, mientras afuera el sol incendia las calles y la luz es tan potente que ciega. Aunque os aseguro que sí sé que este es un libro para volver a leer, ya sea verano o invierno.  

 

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 Nota del Ed. Jesús López García ha merecido el Premio María Moliner 2024, con el que la revista Ágora distingue a un autor destacado por su aportación al idioma de Cervantes y a la transmisión de la cultura en español.

 

 

José Luis Martínez Valero nació en Águilas, en 1941. Es catedrático emérito de Literatura. Poeta, narrador, ensayista. Ha publicado, entre otros libros: Poemas (1982), La puerta falsa (2002), La espalda del fotógrafo (2003), Tres actores y un escenario (2006), Tres monólogos (2007), Plaza de Belluga (2009), La isla (2013), El escritor y su paisaje (2009), Libro abierto (2010), Merced 22 (2013), Daniel en Auderghem (2015), Puerto de Sombra (2017), Sintaxis (2019) y Otoño en Babel (2022, ed. La fea burguesía, Murcia). Ha sido guionista en los documentales: Miguel Espinosa y Jorge Guillén en Murcia. También es un notable aguafuertista e ilustrador.


martes, 23 de abril de 2024

PREMIOS LA SONRISA DE CERVANTES. PLIEGO DE RECONOCIMIENTO DE MÉRITOS. ADENDA AL ACTA DEL FALLO. Ágora-Papeles de Arte Gramático, n. 26. Revista cervantina. La sonrisa de Cervantes

 


PREMIOS LA SONRISA DE CERVANTES. PLIEGO DE RECONOCIMIENTO DE MÉRITOS. ADENDA AL ACTA DEL FALLO

Adelantada ayer el acta del fallo de los premios La sonrisa de Cervantes 2024, publicamos esta adenda a la misma, donde damos reconocimiento de méritos de los autores laureados.

 

 

PREMIOS CERVANTES 2024

 

 


María Pilar López

Fallamos que María Pilar López (Cieza, 1919-Murcia, 2006) merece por la humanidad de su sonrisa y por la obra poética que nos legó el Premio “La sonrisa de Cervantes”. Su trabajo de matrona, en la España en la que vivió, sus poemas tienen un aire cervantino, y aun se diría, socrático. Sufrió la rigurosa posguerra, después de conocer otro mundo. No sabemos si Cervantes conoció otro mundo, pero lo cierto es que sí creó otro mundo, ajeno al mundillo literario de su época. María Pilar López nos dejó el consuelo de su sonrisa profundamente humana, y sus libros, entre los que destaca el titulado Todo el tiempo (1995, Libros de la Frontera, El Bardo, Barcelona).

Por haber sido profeta en su tierra chica y por el afecto que daba y el magisterio poético y socrático que ejerció, además de ayudar a traer al mundo a muchas criaturas, también merecería María Pilar López el honor cervantino que le rendimos con este premio, y que va envuelto con nuestro cariño y el recuerdo de su amistad. Hace unos días, en Cieza, su pueblo, y en este mes de abril de hermosa floración en los altos campos murcianos, le tributó el Grupo literario La Sierpe y el Laúd un homenaje a la poeta, enfermera y matrona, al cumplirse los 105 años de su nacimiento. Andrés Salom con la Academia Alfonso X el Sabio publicó el libro Poeta María Pilar López. Vida y obra. (1992). No queremos olvidar el libro que le dedica Juana J. Marín Saura, que reúne homenajes a la poeta: Desde la amistad para María Pilar López (2003, ed. Azarbe-Nausícaä, Murcia); el poemario de María Pilar López editado por el Ayuntamiento de Cieza y la Asociación cultural Cauce, Ahora y siempre (1977), y los estudios y artículos sobre su obra, de los profesores Juan Barceló, Francisco Javier Díez de Revenga y José Luis Martínero Valero.

 

Baltasar Gracián y Morales

El autor de El criticón merece el Premio Cervantes de Honor por su carrera de treinta años de profesor y escritor en la periferia. Representa el otro 27. No el relacionado con el año de la muerte de Góngora y la Generación poética del 27, sino con la fecha en que el aragonés se ordenó sacerdote y comenzó, en Calatayud, su labor de enseñante que culmina en sus magnas obras estimadas…por la filosofía alemana. Gracián terminó su carrera en el antiguo Colegio jesuita de Tarazona, hoy Hogar Doz, residencia de mayores pero también sede de un ciclo de FP de Enfermería, entre otros estudios. Se supone que falleció en Tarazona un 6 de diciembre de 1658 y que fue enterrado en la fosa común del Colegio. En Tarazona le recuerda el nombre de una calle, que transcurre detrás del Conservatorio de Música.

 

Francisco Murcia de la Llana

El corrector de El Quijote de 1605 es merecedor de un Premio Cervantes de Honor por el servicio que hizo al libro y por cuya falta sigue este resintiéndose.

Su familia procedía de Murcia, aunque nació Francisco en Pliego, de Cuenca, en 1555. Estudió en Alcalá teología y se afincó posteriormente en Madrid, donde murió en 1639. Fue algo aficionado a la poesía (afición que heredó uno de sus hijos), pero, principalmente, le cupo el honor de corregir la impresión de la primera edición de El Quijote. En ese trabajo no estuvo fino, en verdad; dadas las muchas erratas de esa primera edición, y pese a manifestar el corrector general, en el “testimonio de las erratas”, que “este libro no tiene cosa digna (de corregir) que no corresponda con su original”.

 

Baltasar Gracián y Miguel de Cervantes ¿fueron dos ingenios enfrentados? Tuvieron concepciones del mundo, de la literatura, del “ingenio”, muy diferentes entre sí. Francisco Murcia de la Llana, corrector de la primera edición de El Quijote (uno de sus hijos corrector de El criticón, ya que eran saga familiar de correctores con licencia real y mucho pisto académico complutense, de Alcalá, lo que les valía sus buenos reales al año). Es fama la nota "Testimonio de las erratas", firmada en diciembre de 1604: "Este libro no tiene cosa digna (de destacar) que no corresponda al original".... Pero la edición de 1605, la primera, de El Quijote está plagada de erratas. Ya estaba el mal hecho.

          A través de sendos premios de honor de La sonrisa de Cervantes, creemos que don Miguel, que era de buen perdonar los yerros ajenos, se reconciliaría con "don" Gracián, que apenas le nombra en su obra y le disputa el concepto de "ingenio" al alcalaíno. Por otro lado, damos un pesco cariñoso y una advertencia a futuros Murcia de la Llana, que lean con más cuidado los textos que aprueban. Peor que los censores son los malos correctores. Unos por fas y otros por nefas: los primeros quitan o suprimen, los segundos dejan estar errores y añaden más por su cuenta, a veces.

Dicho lo cual, concluimos con una duda a favor del corrector, pues no sabemos cuál pudo ser el “original” cervantino y si en este ya hubiera algún desliz o error de mano del escritor o de su copista (también los escritores dormitan), y, finalmente, reivindicamos la necesidad del corrector en las editoriales de hoy (más que el diseñador o maquetador, o cualquier otro oficio de moda en relación con la edición del libro, es imprescindible el papel del corrector de pruebas y del corrector general de la editorial. No solo se requiere para ello vista y atención, sino conocimientos de la materia, o al menos estar en camino de ellos habiendo realizado un grado universitario en una disciplina humanística o científica que dé conocimiento general).

 

 

PREMIO MARÍA MOLINER

 

 


Jesús López García

Ágora ha decidido otorgarle al profesor Jesús López García el premio María Moliner por su capacidad para dar a conocer ese rincón de la España vacía que nos corresponde. Y por el ritmo oral, la profundidad y galanura en la composición de sus textos, como los recogidos en su libro novelado Y también se vivía (2017, ed. Gollarín, Caravaca, Murcia). Profesor de Geografía e Historia, su labor docente y literaria representa el mejor espíritu del premio. Responder a la curiosidad por la historia y a la necesidad de que esta se cuente con honestidad, rigor y a la vez amenidad es un logro sin duda extraordinario.

“Como profesor, Jesús, se sirve de la Pedagogía de la alusión, que Ortega considera fundamental en el buen maestro, la encontraréis en sus Meditaciones del Quijote, dice así: Quien quiera enseñarnos una verdad que no nos la diga: simplemente que aluda a ella…”, ha escrito J.L. Martínez Valero.

Jesús López García nació en Caravaca en 1956 y ha ejercido la enseñanza en el Instituto San Juan de la Cruz de esa localidad murciana. Es un apasionado investigador de la intrahistoria, del mundo rural olvidado y, en especial, de las tierras del interior del Sureste peninsular (hermosos pueblos como Moratalla, Caravaca, Puebla de Don Fadrique, Vélez Blanco, etc).

 

 

PREMIOS ÁGORA AL MEJOR LIBRO PUBLICADO EN 2023

 

Creemos en la necesidad de la crítica y de unos críticos creadores que abran camino a novedades ajenas al gusto mayoritario de un momento determinado. En Ágora huimos de la reseña amistosa y de las pre-críticas prefabricadas del marketing literario.

Quisimos, desde las dos denominaciones de los Premios Ágora, no premiar libros por géneros (donde suele predominar el relato o la novela, como si fuera de suyo), sino por formas de expresión literaria: poesía y prosa.

 

Guillermo Carnero

El poeta valenciano, perteneciente a la llamada Generación del 70 (o del 68), también conocida en su origen como la Generación de los Novísimos, por la Antología de José María Castellet (Nueve novísimos poetas españoles), ha renovado la poesía contemporánea en español, desde Verano inglés, a finales del siglo XX, y ya en este siglo XXI, con obras como Espejo de gran niebla, Fuente de Médicis, Cuatro noches romanas, Carta florentina, y esta reciente entrega, Perfil Perdido (2023, Visor, Madrid), por la que, en nuestra consideración crítica, merece el Premio Ágora al Mejor Libro de Poesía, en español, publicado en el pasado año.

Perfil perdido, de Guillermo Carnero, es un libro de poemas nada al uso, que retoma la línea neoclásica y la estética vitalista de los últimos libros del poeta valenciano publicados después de Verano inglés. Poesía meditativa, a la vez que tensa y armónica en ritmo y sensorialidad, brillante y profunda en los mejores momentos, apuesta con éxito por el poema largo, y por la composición que desarrolla un tema con variaciones.

Asombra en esta obra, Perfil perdido, el logro de una segunda o tercera madurez del poeta Guillermo Carnero, quien ya a los diecinueve consiguió una primera voz madura y una libro tan excepcional e inolvidable para los lectores de poesía, como Dibujo de la muerte (1967).

El poeta, nacido en 1947, ha sido Premio Nacional de Literatura, Premio de la Crítica, Premio Loewe, Premio de las Letras Valencianas.

Es, por último, un autor vinculado históricamente al acervo de Ágora, donde publicamos una entrevista en profundidad, que él ha subido a su página web, y al que tributamos un número homenaje.

 


 

 

José Luis Zerón Huguet

Ha merecido el poeta y escritor oriolano José Luis Zerón Huguet el Premio Ágora al Mejor Libro en prosa publicado en 2023 en idioma español, por su libro A salto de mata. Fragmentos de un diario (2008-2016); obra que realza el género del diario, y se suma a la alta calidad de otros libros de escritores de su generación en ese quehacer literario cuasibiográfico, cuasinarrativo y, a la postre, ejercicio de meditación estética y en algún punto metafísico-temporal. La obra ha sido publicada por la editorial emergente Frutos del tiempo, de Elche, Alicante. El libro destaca por su prosa tersa, equilibrada, musical, y por el tono cercano al lector, pero a la par distanciado, a media distancia, en la elección de la perspectiva en la que se nos deja leer y adentrarnos en estas “notas de un diario”, de un autor vivo, espectador y filósofo, tanto como sujeto de una vida y narrador de experiencias en primera persona.  La familia, la ciudad, Orihuela, el mar, el paisaje levantino, los recuerdos de juventud, el sueño del poeta adolescente, las revistas de la amistad (la revista Empireuma, fundada, entre otros, por José Luis y Ada Soriano, poeta también), la pintura, la literatura, el cine, la música y el arte en todas sus expresiones, se filtran a través del interferencial de la palabra extraordinariamente precisa de Zerón. La luz y el color, el ritmo de la prosa, conseguida mediante estas operaciones de combinatoria de temas tan diversos y de formas puras, es una de los aciertos más destacables en A salto de mata. Con lo que, para concluir, el libro no solo dignifica y realza el género diarístico, también eleva la prosa española actual, que menudea en otras formas de narrativa.

El escritor oriolano nació en 1965. Ha publicado, entre otros libros de poesía, De exilios y moradas, Sin lugar seguro, De exilios y moradas, Perplejidades y certezas, Espacio transitorio y, más recientemente, Intemperie (Sapere Aude, Oviedo, 2021). Ha editado también varios libros culturales y antologías con la Fundación Miguel Hernández de Orihuela. Está incluido en la antología de poesía actual La escritura plural (Fulgencio Martínez/ Luis Alberto de Cuenca, Oviedo, Ars poetica, 2019). La revista Ágora ha publicado dos entregas de sus diarios: Notas de un diario I, II.